DÍA MUNDIAL DEL REFUGIADO
Leemos con tristeza los datos ofrecidos el 18 de junio de 2021 en el informe anual de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) donde nos llama la atención el hecho de que 2020 haya sido el noveno año consecutivo en el que el número de refugiados y desplazados ha aumentado. Tanto es así que actualmente hay más del doble de desplazados que hace una década, cuando la cifra estaba por debajo de los 40 millones.
Cualquier cifra -dos veces la mitad o una fracción- es una vergüenza que debería ponernos en un estado de mala leche capaz de provocar un terremoto. Los hilos que encapsulan la pieza necesitan un puñado de tijeras capaces de influir donde sea necesario y liberar al prisionero de la filatelia de la tiranía, los intereses comerciales, el odio, el terrorismo, las relaciones corporativas, el militarismo, la pobre provocación y la hipocresía. La hipocresía de los países ricos es repugnante. La hipocresía de aquellos que a menudo causan desplazamiento y luego maldicen los movimientos de las personas cuando se trata de ellos de cerca.
Las migraciones de pobres (estamos hablando de personas sin recursos materiales) hacen mucho incómodo y lo vemos todos los días en los discursos de muchos partidos políticos, que se llenan la boca de patriotismo y defensas de la libertad, mientras niegan el futuro a quienes necesitan una puerta de entrada a su amenazada existencia de un no futuro. Y entre estas personas encontramos a quienes tienen el triste honor de ser migrantes y refugiados no deseados por su experiencia personal.
No entraremos en definiciones, ni en diferenciaciones, porque no es el lugar ni el momento. Toda persona como ser humano tiene dignidad y derecho a una vida plena. No somos tan ingenuos para fingir lo que es ideal (aunque sería deseable), pero no podemos renunciar a denunciar esta situación completamente inhumana en la que millones de personas son vertidas cada año.
Todos desde su pequeño o gran polo que se enojan a su plazca y ponen su semilla en él. Quienes puedan ofrecer las llaves de algunas puertas tienen la obligación de hacerlo (por situación y por mandato). Y no es bienvenido -ni pedagógico- dejarlos pasar por la vida sin rendir cuentas.
Queremos acabar con una estrofa de Lluís Llach, donde nos ofrece ternura para luchar.
" El mundo en el que vivo a menudo no me siento mío
Y conozco los porqués de una revuelta
Miseria y guerra, hambre y muerte
Fascismo y odio, ira y miedo
Rechazo un mundo que llora estas penas, tanto dolor
Pero de golpe viene la ternura "
Cualquier cifra -dos veces la mitad o una fracción- es una vergüenza que debería ponernos en un estado de mala leche capaz de provocar un terremoto. Los hilos que encapsulan la pieza necesitan un puñado de tijeras capaces de influir donde sea necesario y liberar al prisionero de la filatelia de la tiranía, los intereses comerciales, el odio, el terrorismo, las relaciones corporativas, el militarismo, la pobre provocación y la hipocresía. La hipocresía de los países ricos es repugnante. La hipocresía de aquellos que a menudo causan desplazamiento y luego maldicen los movimientos de las personas cuando se trata de ellos de cerca.
Las migraciones de pobres (estamos hablando de personas sin recursos materiales) hacen mucho incómodo y lo vemos todos los días en los discursos de muchos partidos políticos, que se llenan la boca de patriotismo y defensas de la libertad, mientras niegan el futuro a quienes necesitan una puerta de entrada a su amenazada existencia de un no futuro. Y entre estas personas encontramos a quienes tienen el triste honor de ser migrantes y refugiados no deseados por su experiencia personal.
No entraremos en definiciones, ni en diferenciaciones, porque no es el lugar ni el momento. Toda persona como ser humano tiene dignidad y derecho a una vida plena. No somos tan ingenuos para fingir lo que es ideal (aunque sería deseable), pero no podemos renunciar a denunciar esta situación completamente inhumana en la que millones de personas son vertidas cada año.
Todos desde su pequeño o gran polo que se enojan a su plazca y ponen su semilla en él. Quienes puedan ofrecer las llaves de algunas puertas tienen la obligación de hacerlo (por situación y por mandato). Y no es bienvenido -ni pedagógico- dejarlos pasar por la vida sin rendir cuentas.
Queremos acabar con una estrofa de Lluís Llach, donde nos ofrece ternura para luchar.
" El mundo en el que vivo a menudo no me siento mío
Y conozco los porqués de una revuelta
Miseria y guerra, hambre y muerte
Fascismo y odio, ira y miedo
Rechazo un mundo que llora estas penas, tanto dolor
Pero de golpe viene la ternura "