DÍA MUNDIAL CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL
Chema Caballero, Castuera (Badajoz) 1961.
Licenciado en Derecho, por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Derechos Humanos y Resolución de Conflictos, por Long Island University de Nueva York.
En 1992 llega a Sierra Leone, donde durante dos décadas dirige programas de derechos humanos, rehabilitación y reinserción de menores soldados (programa que ha sido modelo para otros países) y de desarrollo. Ha sido perito de menores soldados para el Tribunal Especial para Sierra Leone.
Actualmente, trabaja con la sociedad civil, desarrollo y acompañamiento de movimientos juveniles, pero siempre en África.
Hoy Chema Caballero, nos regala esta entrada por el blog de la Fundación Kassumay:
CHEMA CABALLERO-NO INTERESA QUE DESAPAREZCA LA ESCLAVITUD INFANTIL
"Corre el siglo XXI. Existen decenas de documentos internacionales, regionales y nacionales que luchan contra toda violación de los derechos humanos. Sin embargo, aunque cueste creerlo, millones de niñas y niños son esclavizados en distintas partes del mundo (las estadísticas varían y pueden que solo sean la punta del iceberg). Muchos son obligados a trabajar en condiciones muy peligrosas y no suelen estar escolarizados. Aproximadamente el 70% lo hace en el sector agrícola y ganadero. Y la gran mayoría, cerca del 87%, está en África subsahariana.
En 2020, se contabilizó el primer incremento significativo de niños esclavos en el mundo. Se revertía así de lucha contra esta lacra que durante años han llevado adelante grupos de la sociedad civil y ONG. La pandemia de covid-19 tuvo mucho que ver con ello. Una de sus principales consecuencias, en África, fue el aumento de la pobreza y la constatación de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se alcanzarían en 2030 como estaba previsto.
En los años siguientes a la pandemia se le han sumado otras crisis, algunas ya venían de lejos, como el cambio climático o los conflictos armados. Otras se han recrudecido, como la del coste de la vida (alimentos, combustible...), que se ha visto muy afectado por la guerra entre Rusia y Ucrania. Además, últimamente se ha unido la llamada crisis de la deuda externa que ha llevado a muchos países de África subsahariana al borde de la bancarrota, si no han caído ya en ella. Por eso se habla de las 5C, las cinco crisis, que han contribuido al aumento de la pobreza en el continente y, por tanto, al incremento de niños esclavizados. Dos fenómenos que tradicionalmente van de la mano.
Niños abusados en la prostitución, la pornografía u otras formas de explotación sexual. Niños obligados a mendigar, a cometer delitos o traficar con drogas. Niños explotados laboralmente en la economía doméstica y de supervivencia, como puede ser en la agricultura, en el cuidado del ganado, en las fábricas, la construcción, hornos de ladrillos, minas, canteras, bares, la industria turística o en hogares privados. Niños forzados a participar en conflictos armados ya sea como soldados, porteadores, cocineros, espías, escudos humanos o niñas usadas como esclavas sexuales o 'esposas de guerra' de soldados y milicianos. Niños obligados a casarse en matrimonios a los que no pueden oponerse o no pueden abandonar. Son solo algunas de las formas en las que se manifiesta la esclavitud infantil en pleno siglo XXI.
Sí, cuesta imaginarlo. Pero para que los teléfonos móviles, los ordenadores o los coches eléctricos funcionen y puedan simplificar y hacer más cómoda la vida de los españoles, miles de niños esclavos excavan en las minas de la República Democrática del Congo en busca de coltán o cobalto. Mientras son vigilados por menores de su misma edad que portan kalasnikovs más grandes que ellos. Otros están en canteras picando piedra de sol a sol que luego se utilizará en la construcción. El cacao que llega a los mercados occidentales y se consume en todo tipo de dulces, muchas veces está recolectado por manos infantiles en las granjas de Ghana o Costa de Marfil. Al igual que la mayoría de las rosas que se regalan por San Valentín y proceden del este de África.
Se podría continuar desgranado cientos de ejemplos que demuestran que el bienestar de Occidente no sería el mismo sin la explotación de estos menores en los países del Sur. De ahí, que aunque haya leyes, normas y convenciones que digan querer luchar contra la esclavitud infantil, nunca se implementen. Si se hiciera, aumentarían mucho los precios de los productos que se necesitan para mantener el estilo de vida al que los ciudadanos del Norte se han acostumbrado y al que no están dispuestos a renunciar.
Las declaraciones de sostenibilidad, responsabilidad y respeto al medioambiente, de tolerancia cero con el trabajo infantil, de repulsa a los minerales de sangre, etc. que las grandes empresas transnacionales y las pequeñas industrian realizan suelen apaciguar la conciencia de sus clientes. Pero, curiosamente, son muchas las ocasiones en que informes de ONG o investigaciones periodísticas han demostrado la escasa credibilidad de esos documentos. Pocas veces, por no decir ninguna, hacen las visitas y controles que eviten el trabajo infantil en sus cadenas de suministros. La opacidad que envuelve a sus operaciones en África hace muy difícil verificar que las materias primas que utilizan están limpias".
Escuela en Casamance (Senegal)
Agradecemos esta extraordinaria colaboración de Chema Caballero y para saber más os invitamos a que clique. aquí
Licenciado en Derecho, por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Derechos Humanos y Resolución de Conflictos, por Long Island University de Nueva York.
En 1992 llega a Sierra Leone, donde durante dos décadas dirige programas de derechos humanos, rehabilitación y reinserción de menores soldados (programa que ha sido modelo para otros países) y de desarrollo. Ha sido perito de menores soldados para el Tribunal Especial para Sierra Leone.
Actualmente, trabaja con la sociedad civil, desarrollo y acompañamiento de movimientos juveniles, pero siempre en África.
Hoy Chema Caballero, nos regala esta entrada por el blog de la Fundación Kassumay:
CHEMA CABALLERO-NO INTERESA QUE DESAPAREZCA LA ESCLAVITUD INFANTIL
"Corre el siglo XXI. Existen decenas de documentos internacionales, regionales y nacionales que luchan contra toda violación de los derechos humanos. Sin embargo, aunque cueste creerlo, millones de niñas y niños son esclavizados en distintas partes del mundo (las estadísticas varían y pueden que solo sean la punta del iceberg). Muchos son obligados a trabajar en condiciones muy peligrosas y no suelen estar escolarizados. Aproximadamente el 70% lo hace en el sector agrícola y ganadero. Y la gran mayoría, cerca del 87%, está en África subsahariana.
En 2020, se contabilizó el primer incremento significativo de niños esclavos en el mundo. Se revertía así de lucha contra esta lacra que durante años han llevado adelante grupos de la sociedad civil y ONG. La pandemia de covid-19 tuvo mucho que ver con ello. Una de sus principales consecuencias, en África, fue el aumento de la pobreza y la constatación de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se alcanzarían en 2030 como estaba previsto.
En los años siguientes a la pandemia se le han sumado otras crisis, algunas ya venían de lejos, como el cambio climático o los conflictos armados. Otras se han recrudecido, como la del coste de la vida (alimentos, combustible...), que se ha visto muy afectado por la guerra entre Rusia y Ucrania. Además, últimamente se ha unido la llamada crisis de la deuda externa que ha llevado a muchos países de África subsahariana al borde de la bancarrota, si no han caído ya en ella. Por eso se habla de las 5C, las cinco crisis, que han contribuido al aumento de la pobreza en el continente y, por tanto, al incremento de niños esclavizados. Dos fenómenos que tradicionalmente van de la mano.
Niños abusados en la prostitución, la pornografía u otras formas de explotación sexual. Niños obligados a mendigar, a cometer delitos o traficar con drogas. Niños explotados laboralmente en la economía doméstica y de supervivencia, como puede ser en la agricultura, en el cuidado del ganado, en las fábricas, la construcción, hornos de ladrillos, minas, canteras, bares, la industria turística o en hogares privados. Niños forzados a participar en conflictos armados ya sea como soldados, porteadores, cocineros, espías, escudos humanos o niñas usadas como esclavas sexuales o 'esposas de guerra' de soldados y milicianos. Niños obligados a casarse en matrimonios a los que no pueden oponerse o no pueden abandonar. Son solo algunas de las formas en las que se manifiesta la esclavitud infantil en pleno siglo XXI.
Sí, cuesta imaginarlo. Pero para que los teléfonos móviles, los ordenadores o los coches eléctricos funcionen y puedan simplificar y hacer más cómoda la vida de los españoles, miles de niños esclavos excavan en las minas de la República Democrática del Congo en busca de coltán o cobalto. Mientras son vigilados por menores de su misma edad que portan kalasnikovs más grandes que ellos. Otros están en canteras picando piedra de sol a sol que luego se utilizará en la construcción. El cacao que llega a los mercados occidentales y se consume en todo tipo de dulces, muchas veces está recolectado por manos infantiles en las granjas de Ghana o Costa de Marfil. Al igual que la mayoría de las rosas que se regalan por San Valentín y proceden del este de África.
Se podría continuar desgranado cientos de ejemplos que demuestran que el bienestar de Occidente no sería el mismo sin la explotación de estos menores en los países del Sur. De ahí, que aunque haya leyes, normas y convenciones que digan querer luchar contra la esclavitud infantil, nunca se implementen. Si se hiciera, aumentarían mucho los precios de los productos que se necesitan para mantener el estilo de vida al que los ciudadanos del Norte se han acostumbrado y al que no están dispuestos a renunciar.
Las declaraciones de sostenibilidad, responsabilidad y respeto al medioambiente, de tolerancia cero con el trabajo infantil, de repulsa a los minerales de sangre, etc. que las grandes empresas transnacionales y las pequeñas industrian realizan suelen apaciguar la conciencia de sus clientes. Pero, curiosamente, son muchas las ocasiones en que informes de ONG o investigaciones periodísticas han demostrado la escasa credibilidad de esos documentos. Pocas veces, por no decir ninguna, hacen las visitas y controles que eviten el trabajo infantil en sus cadenas de suministros. La opacidad que envuelve a sus operaciones en África hace muy difícil verificar que las materias primas que utilizan están limpias".
Escuela en Casamance (Senegal)
Agradecemos esta extraordinaria colaboración de Chema Caballero y para saber más os invitamos a que clique. aquí